Cuando un roce es tan profundo como una cicatriz.
La realidad me chocó de golpe. No era un sueño. Él es real, lo nuestro es real. Desde que lo conozco, cada día que me despierto, comprendo que no es nada falso. Que nuestros corazones de verdad están unidos entre sí. Aunque lo admito: muchas veces pienso que solo es una historia creada por mi mente, una fantasía.
Tenerlo entre mis brazo, rozar su piel, sentir su aroma, recibir una caricia. Contornear con las yemas de mis dedos sus labios, tocar suavemente su perfecto cutis, palpar sus orejas. Acariciar su pelo, contemplar sus hermosos ojos, entrelazar nuestras manos y unir nuestros labios. Cada recuerdo, cada minúsculo detalle me recuerda que él es real, que todo nuestro amor lo es.
Lo amo con todo el amo que puedo ofrecerle. Verlo, escucharlo, sentirlo provoca que mi estomago sienta cosquillas, que cada terminación nerviosa cobre vida propia y que cada respiración este llena de aires de felicidad. Y él me ama a su manera, de la forma que yo lo acepto y que quiero. Su mirada transmite inspiración y su sonrisa me transporta hacia lo imposible. Por más increíble y absurdo que esto parezca es real.
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